STROSZEK 1977
(Acorden❤n) Al redireccionar esta película pensé en escribir algo donde tocara temas como tecnologías de(l) (yo) control, fracaso, futuro, etc., etc., etc., no lo hice, uno por que no escribo y dos porque mientras buscaba imágenes encontré esta descripción que me parece perfecta.
"El cine de Werner Herzog nos
remite a menudo a dos ideas claves: la primera a historias sobre hombres
fascinados por grandes gestas, emprendedores casi siempre aplastados por la
naturaleza implacable; la segunda a Kaus Kinski, actor fetiche con el que se
conoce más de un enfrentamiento durante los rodajes, pero cuya carrera resulta
indisolublemente ligada a Herzog. Sin embargo, en Stroszek, auténtica obra
maestra y posiblemente una de las películas más subestimadas de todos los
tiempos, nada de esto se cumple. Rodada
en 1977, cuando el sueño americano todavía era un proyecto a imitar por muchos europeos,
sitúa la acción en los suburbios de Berlín. Bruno S. (Bruno Stroszek),
alcohólico, asocial y simplón, sale de la cárcel tras cumplir una de sus
condenas y conoce a Eva (Eva Mattes),
una prostituta maltratada y hostigada por dos proxenetas, a la que le ofrece
refugio en su apartamento en el barrio turco de la ciudad. Allí vive su amigo
Scheitz (Clemens Scheitz), hombre de edad que sobrevive a base de pequeños hurtos en puestos y
supermercados. Scheitz tiene intención
de marcharse a los EEUU para reunirse con su primo y Eva convence al reacio
Bruno a unirse al viejo para alcanzar juntos el sueño americano. Durante algún
tiempo el trío parece comenzar a lograr su propósito: él trabaja como mecánico,
ella es camarera en un bar de carretera, compran una casa prefabricada… pero
pronto las deudas, las dificultades económicas, la alineación y el
desconocimiento del idioma darán al traste con sus sueños, lo que les conduce a
recuperar sus antiguos patrones de comportamiento.
Aunque la trama es invención de
Herzog, gran parte del poder de esta película se debe al alto grado de verité (cine de realidad) con la que es construida. Todos los personajes, a excepción de Eva Mattes, son
ellos mismos. No son actores profesionales y comparten sus nombres con aquellos
a quienes están interpretando. Bruno S. es en realidad Bruno Stroszek, músico
callejero que pasó su infancia maltratado en un horfanato, y la mayoría de sus discursos son improvisados en base a unas reglas
genéricas de guión. Algo parecido sucede con el anciano Clemens, personaje
excéntrico sobre el que Herzog había sido advertido antes de contratarlo:
muchas de las surrealistas teorías sobre el magnetismo animal o el mesmerismo
son cosecha del propio intérprete. Uno de los proxenetas tenía antecedentes y
había cumplido condena por violencia, el otro albergaba en su experiencia haber
ejercido de gorila para empresarios de dudosa ética. Los turcos de Berlín, los
agricultores de Wisconsin, los cazadores, los camioneros, los policías o lxs
subastadorxs son todos genuinos en su oficio, fueron contratados por Herzog
para interpretarse a sí mismos y es la
única vez que participarán en una película. El resultado es una tragicomedia de
tono eminentemente realista que, sin llegar al documental, nos muestra personajes desgarradoramente humanos
envueltos en un círculo de fragilidad y exclusión del que no pueden escapar,
donde la lucha por la supervivencia se encuentra abocada al fracaso bajo el
envoltorio de la sociedad capitalista más hostil y cuyos personajes se rebelan
de manera constante ante lo absurdo del futuro que se les presenta.
La banda sonora, mezcla de folk,
piano y percusión metálica, da el tono de la película. La música es una parte
muy importante en todas la obra de Herzog, y junto a la utilización del
contraluz, el travelling y una sugestiva fotografía conforman unos efectos que
ningún otro cineasta imprime a sus trabajos. Stroszek comienza de manera muy
lineal, plagada de personajes extraños, tranquilamente anormales, que deambulan
sin demasiado sentido por las calles de Berlín. No apresura la acción ni añade
episodios artificiales de suspense o acción, siquiera se entretiene en diálogos
complejos o aleccionadores. Werner Herzog es siempre impredecible, no hay forma
de saber adónde nos lleva. Sin embargo,
dosifica in crescendo con tal habilidad la carga dramática que logra hacernos
partícipes de los sueños, las desilusiones de sus personajes, su desolación, su
desesperación y sus miserias. La escena final es probablemente una de las
mejores secuencias rodadas por el alemán y resume el sentido total de la
película: animales bailando enjaulados bajo neones (cual atracción de feria)
tras un cristal repitiendo, ajenos a su naturaleza, una y otra vez la misma
acción mecánica. Tremenda metáfora de la deshumanización y la mezquindad (...) Como anécdota, Ian Curtis vería esta película antes de partir hacia su primera gira por Estados Unidos, pero jamás emprendió el viaje, porque esa misma noche se suicidaba en la cocina de su apartamento."
Fuente: http://babel36.wordpress.com/2009/11/16/stroszek-de-werner-herzog/