En Colombia actualmente se realizan campañas presidenciales por la segunda vuelta, a pocos días de sustituir al "nobel" de paz del año 2017, se ha generado una polarización que fortalce desde cualquier orilla la idea no laica de este país, sea la "izquierda" o la derecha se ubican a la diestra de dios, para satanizar a su contrincante.
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Siempre Perdemos
La jornada de elecciones del pasado
27 de mayo aparece como un momento histórico trascendental para la vida
de millones de personas, pues se dice, que a partir de lo ocurrido se
presentan al país dos rutas diametralmente opuestas para los años
venideros: El infierno de Duque o el paraíso de Petro. Teniendo en
cuenta el momento político actual y la correlación de fuerzas existente,
es muy probable que en la segunda vuelta quien salga victorioso en los
comicios electorales, sea el títere del gamonal que gobierna desde la
comodidad del Ubérrimo. Con ello, resulta evidente que la política de
mano dura será la constante, por lo menos durante los próximos cuatro
años. Ahora bien, en este panorama nuestra apuesta analítica no va
encaminada a depositar incontables esfuerzos que contribuyan a hacerle
un contra peso a Duque mediante una táctica publicitaria de
convencimiento de masas. A nuestro juicio, lo interesante del escenario
que se avecina, radica en la necesidad de desarrollar una nueva
estrategia que permita acumular fuerzas para enfrentar la arremetida de
la ultraderecha criolla, y conjuntamente, de forma colectiva encontremos
soluciones a los problemas estructurales que afrontamos como sociedad.
Sin embargo, es engorroso el panorama
de país que Duque se piensa para su mandato, que, aunque nunca
reconoceremos (sea de éste o de Petro), en un cortísimo y corto plazo,
no beneficiará los intereses de las clases oprimidas ni tampoco su
movilización y exigencia de demandas. Por el contrario, se vislumbra una
unificación de poderes que estarán al alcance de sus intereses, tan
cercanos al fascismo: Control del poder ejecutivo (presidencia); del
legislativo con Uribe, como presidente del Congreso; y la posible
unificación de las cortes en la rama judicial, tendría un totalitarismo
absoluto para su gobernanza, entre otros males.
Ahora bien, hay que aclarar que el
gobierno de Petro, tampoco beneficiaría en gran medida a la clase
trabajadora y desposeída, sin embargo –y no lo decimos por ser blanditos
ni por hacer apología a los pañitos de aguas tibias-, hay que pararnos
en la tierra y asimilar que aquellas comunidades, quizás, aún no
organizadas, sea por la correlación de fuerzas entre las revolucionarias
y reaccionarias, es decir, por nuestra poca o baja inserción en estos
espacios, el camino puede tornar aún más miserable. Pero claro, Petro
como socialdemócrata, tampoco permitirá una construcción más allá del
simple asistencialismo estatal; es por ello, una meta como libertarias y
trabajadoras, llevar la movilización a espacios autónomos, de libre
determinación para el Buen Vivir, por fuera y en contra del mayor
peligro: el Estado. Así las cosas, cabe aclarar que nosotras, como clase
trabajadora; explotada por el sistema económico y social, no estamos
para pedir migajas ni tampoco garantías para la indignación, pues la
construcción de un mundo nuevo la realizaremos desde abajo y sin
permiso.
Desconfiamos del escenario electoral:
La legitimidad que puedan tener las votaciones reside precisamente en
el voto de todos y todas, quienes participan en dicho escenario, lo
anterior, sin importar que su candidato sea Duque, Petro o Fajardo. Las
reglas del Estado así lo constituyen, es decir, el juego lo presenta y
controla el dueño del balón. Visto de esta manera, la vieja propuesta
cobra vigencia: ¡un no rotundo a seguir jugando con su balón!, pues, un
juego que históricamente no ha traído otra cosa que el perjuicio y
detrimento de los y las oprimidas no merece seguir dándole largas, más
aún, cuando no existe posibilidad de ser ganado.
Sabemos que es más cómodo decir esto
desde un computador, que, frente a las implicaciones reales de soportar
cuatro años más a los dueños y dueñas del país haciendo de las suyas.
Delfines de cuello blanco adalides de la moral y las buenas costumbres,
pontífices que tienen en sus manos la vida de millones de personas a
merced de una sola firma o un simple acuerdo. No obstante, consideramos
que resolver el problema desde su raíz parte necesariamente del avocarse
a los trabajos de base, y no podría ser de otra manera, ya que sólo en
la medida que la política se vuelve una práctica real y concreta de
encuentro, experimentación y re-cre-acción, es posible hablar de
autonomía y autodeterminación de los pueblos. Así pues, de lo que se
trata es de generar ruptura con la verticalidad que se expresa en el
poder del virrey de turno, gobernador, alcalde o como cualquier nombre
que adquiere para la ocasión. Estos ejercicios emancipatorios a los que
hacemos alusión afortunadamente no son cuestiones de divagación
metafísica e idealistas, basta con volcar la mirada a procesos con un
fuerte contenido territorial como lo es el Proceso de Liberación de la
Madre Tierra, o los distintos procesos autoorganizativos de afros y
campesinos a lo largo y ancho de la geografía nacional que demuestran
que las tácticas y estrategias pueden ajustarse a los sentires de las
comunidades, poner en el centro de la discusión y la lucha, los procesos
de dignificación sin depender de caudillos, maquinarias, etc.
Por un momento imaginen ustedes que
la difusión de estas luchas contara con igual o mayor espectro al que
gozan hoy en día los llamados candidatos alternativos; no es
descabellado pensar que al tener sus bases un impacto más contundente,
sus aportes y reflexiones podrían funcionar a manera de lumbre que
contagiase de solidaridad y animosidad para la acción a muchas personas y
colectividades de diversos lugares. Imaginen ustedes que las energías
que actualmente se destinan a la difusión de ambiguos programas
políticos fuese empleada para dar a conocer de cerca, apuestas de
autonomía territorial a millones de personas, y que a partir de allí
pudiésemos establecer puentes reales de encuentro con las demandas y
movilizaciones urbanas en las que expresan sus inconformidades, pero
también sus anhelos, sus trabajadores, estudiantes, barrios marginados,
entre otros.
Los procesos que se construyen y
nacen desde abajo muestran el camino para cambiar las injusticias de
este mundo. Sumarse, impulsar y apoyar estas alternativas de disputa al
poder, puede ser en el largo plazo una opción más real de transformación
que tratar de asegurar condiciones o parapetarse detrás de algún
caudillo. Mientras esto no suceda, es muy difícil que las condiciones de
las trabajadoras, estudiantes, campesinas e indígenas cambien
estructuralmente.
Vote o no vote en la siguiente
elección, tenga presente que la decisión la tomarán otras personas a las
cuales se les ha delegado como sociedad el rumbo de la historia.
Busquemos recuperar el control de nuestras vidas, organizándonos con las
nuestras en todos los ámbitos de la vida y disputar la dignidad robada.
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