Anarquista como Proscritx
Cuando digo que
soy un anarquista, simplemente quiero decir que, en la medida en que
tengo el poder, me niego a dejar que alguien o algo me domine. En otras
palabras, me niego a aceptar el poder de cualquier autoridad,
institución, aspirante-a-gobernante o gobernante existente, etc., sobre
mÃ. Es por eso que también me niego a elegir entre unos u otros
potenciales gobernantes, y entre unas u otras leyes. Hacer esto
significarÃa una disposición a renunciar a mi poder de crear mi vida,
una disposición a entregar este poder a otros, y no estoy dispuesto a
hacer esto. Tampoco estoy dispuesto a entregar mi poder temporalmente a
ninguna autoridad o institución para que actúen por mÃ. Esta es la razón
por la que no voy a recurrir a la policÃa o a tribunales para hacer
frente a cualquier problema o conflicto en mi vida. En la medida de mi
poder, evito tratar con estas instituciones por completo.
Cuando
digo que soy un proscrito, no quiero decir que sea un gran bandido
heroico (una afirmación asà harÃa que mis amigos se partieran el culo).
Quiero decir simplemente que, en la medida de mi poder, vivo alegalmente,
es decir, sin tener en cuenta la ley. No dejo que la ley determine mis
elecciones y mis acciones. Más bien, uso todos mis poderes –mis
habilidades, mis herramientas, mi ingenio, mis relaciones– para crear mi
vida en mis propios términos sin ser atrapado. Esta alegalidad refuerza
mi negativa a tratar nunca voluntariamente con policÃas o tribunales.
Hablo
de alegalidad y no de ilegalismo, no porque me oponga al ilegalismo,
sino porque quiero ser preciso. Originalmente, el término “ilegalismo”
tenÃa un significado especÃfico. Un ilegalista era un anarquista que
optaba por utilizar medios ilegales como forma de ganarse la vida en
lugar de mendigar o tener un trabajo. AsÃ, el “ilegalismo” se referÃa
especÃficamente al robo, al atraco, al hurto, a la falsificación, etc.1, no a la propaganda por el hecho, atentados y similares, ni a cosas como la negativa al servicio militar, a pagar impuestos, etc. Por lo tanto, los debates originales
sobre el ilegalismo no trataban sobre si los anarquistas deberÃan tomar
acciones ilegales –se suponÃa que todos los anarquistas lo hacÃan– sino
de si la reapropiación individual era
una táctica legÃtima –y para un egoÃsta esto ni siquiera es una
cuestión; la única cuestión es: “¿Qué puedo sacar de aquÃ?”–. En
cualquier caso, los anarquistas y, por lo tanto, todos los individuos de
espÃritu libre e insumisos, inevitablemente violarán las leyes. Cuando
las leyes existan, mi elección de vivir en mis propios términos me
convertirá en un proscrito, porque voy a ignorar la ley salvo como un
obstáculo para evitar.
Una persona podrÃa considerar estas negativas –no votar, no recurrir a
los policÃas, no usar los tribunales, etc.– como un conjunto de
principios, una ética, que yo escojo para vivir. Pero no dejaré que se
conviertan en un poder sobre mÃ, porque quiero que sigan siendo mis principios, mi ética.
Asà que no las pongo como reglas a seguir, sino que las elijo en cada
momento, porque las considero las herramientas más adecuadas para crear
mi vida como mejor me parezca. Quiero vivir mi vida en mis propios
términos inmediatamente, aquà y ahora,
no aplazarlo a un futuro que siempre es una ficción. Y cada vez que
entrego mi poder a otro, pierdo mi vida aquà y ahora, o dicho de manera
más simple: pierdo mi vida. Por lo
tanto, para mÃ, este asÃ-llamado conjunto de principios, esta
asÃ-llamada ética, es simplemente mi práctica de hacer mi vida propia
aquà y ahora.
[Esta es la tercera parte de una pieza más larga titulada “¡Nadie le debe nada a nadie! EgoÃsmo amoral como una ética anarquista proscrita”, escrita por Apio Ludd en octubre de 2013]
1. Esta práctica se denomina también reprise individuelle –reapropiación individual–.
No hay comentarios:
Publicar un comentario