Hay un mundo oculto dentro de éste, por CrimethInc.
Las vidas que llevamos, y las vidas que nos gustaría llevar.
Este mundo, el supuesto «mundo real», es sólo una fachada. Empuja la
persiana y verás las bibliotecas llenas de novelas de huidas, las
autopistas repletas de fugitivos y simpatizantes, todas las
recepcionistas y madres sensatas están tirando de la correa por una
oportunidad de mostrar cuán vivas aún están… y todas esas habladurías de
responsabilidad y de ser prácticos, son sólo amenazas y engaños para
impedirnos estirar nuestras manos y encontrar que el cielo se encuentra a
nuestro alcance, ante nosotros.
También ocurre que, si recorres las compactas paredes de aquella
ciudad, cuando menos lo esperas, ves una grieta abierta y una ciudad
diferente aparece. Luego, un instante más tarde, se ha esfumado. Quizá
todo esté en saber qué palabras decir, qué acciones llevar a cabo, y en
qué orden y ritmo; o quizás, la mirada, la respuesta, el gesto de
alguien sea suficiente; sea suficiente para alguien, para hacer algo por
el puro placer de hacerlo, y para que su placer se convierta en el
placer de otros: en ese momento, todos los espacios cambian, todas las
alturas, todas las distancias; la ciudad se transfigura, se vuelve
cristalina, transparente como las alas de una pequeña libélula. Todo
debe suceder como si fuera por casualidad, sin atribuirle demasiada
importancia, sin recalcar que estás llevando a cabo una operación
decisiva, y obviamente recordando que en cualquier momento la vieja
ciudad regresará y sellará su techo de hormigón, neón y smog por sobre
nuestras cabezas.
Hay un mundo secreto oculto dentro de éste
Puedes saborearlo en el choque y el ruido de un primer e inesperado
beso, o en la sangre en tu boca ese instante después de un accidente,
cuando te das cuenta de que todavía estás vivo. Sopla en el viento que
sientes en las azoteas de una verdadera noche imprudente de aventuras.
Lo oyes en la magia de tus canciones favoritas, cuando te elevan y te
transportan en formas que ninguna ciencia o psicología ha podido
explicar jamás. Podría ser que hayas visto evidencia de esto, rayado en
las paredes de los baños, en un código sin clave; o hayas podido hacer
una pálida reflexión de ello en las películas que crean para mantenernos
entretenidos. Está entre las palabras, cuando hablamos de nuestros
deseos y aspiraciones, aún acechando -en alguna parte- por debajo de las
limitaciones de ser «realista» y «práctico».
Cuando poetas y radicales se quedan despiertos hasta el amanecer,
rompiéndose la cabeza por la perfecta secuencia de palabras o acciones,
para llenar corazones (o ciudades) con fuego, ellos están intentando
encontrar una entrada oculta a él. Cuando tarde en la noche, los niños
escapan por sus ventanas para ir por ahí; o cuando luchadores por la
libertad buscan un punto débil en la coraza del gobierno, ellos están
tratando de entrar a escondidas en él; pues son ellos quienes saben
mejor que nosotros donde se ocultan las puertas. Cuando adolescentes
destruyen un cartel publicitario para provocar persecuciones -que duren
toda la noche- con la policía, o anarquistas interrumpen una
manifestación pacífica para destrozar las ventanas de una sucursal de
una gran cadena de negocios; ellos están tratando de tomar por asalto
sus puertas.
Cuando estás haciendo el amor y descubres una nueva sensación o
región del cuerpo de tu amante, y los dos se sienten como exploradores
descubriendo una nueva parte del mundo, como si hubieran descubierto un
oasis en el desierto o la costa de un continente desconocido, como si
fueran los primeros en llegar al polo norte o a la luna, ustedes están
trazando sus fronteras.
No es un lugar más seguro que éste; al contrario, es la sensación de
peligro allí presente, que nos trae de vuelta a la vida: la sensación de
que por una vez, por un momento que parece eclipsar el pasado y el
futuro, hay algo real en juego.
Tal vez te tropezaste con esto, una vez, por accidente y quedaste
asombrado por lo que encontraste. El viejo mundo se hizo trizas detrás
de ti, y ningún doctor, físico o metafísico, pudo volver a armarlo de
nuevo. Todo lo anterior se convirtió en trivial, en irrelevante, en
ridículo, así como de repente los horizontes parecían acercarse a tu
alrededor, y caminos mucho mejores de los que pudiste imaginar se
aparecieron. Y quizás juraste que nunca regresarías, que vivirías el
resto de tu vida electrizado por esa urgencia, en la excitación del
descubrimiento y la transformación; pero regresaste.
El sentido común impone que este nuevo mundo sólo puede ser
experimentado temporalmente, que sólo es el shock de la transición, y
nada más; pero los mitos que compartimos alrededor de nuestras fogatas
narran una historia diferente: oímos acerca de mujeres y hombres que
permanecieron allí por semanas, años, que nunca regresaron, que vivieron
y murieron -allí- como héroes. Nosotros sabemos, porque lo sentimos en
ese ancestral rincón de nuestros corazones que alberga el recuerdo de
libertad desde épocas remotas, que este mundo secreto se encuentra
cerca, esperando por nosotros. Puedes verlo en el resplandor de nuestros
ojos, en el desenfreno de nuestras danzas y nuestras aventuras
amorosas, en la protesta o fiesta que se escapa de las manos.
Tú no eres la única persona tratando de encontrarlo. Estamos aquí
afuera, también… algunos de nosotros incluso estamos esperando por ti. Y
deberías saber que cualquier cosa que alguna vez hayas hecho, o
considerado hacer para llegar allí no es disparatada, sino hermosa,
noble, necesaria.
La Revolución, es simplemente la idea de que podamos entrar a ese
mundo secreto y nunca regresar; o mejor, que podamos hacer arder éste en
llamas, para revelar por completo el que se esconde debajo.
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